Cuando Jay Romero es enviado a la casa de su madrastra Ainsley Adams para tratar de aclararlo, se encuentra con una estricta lista de deberes que debe realizar, como limpiar y lavar los platos. Jay se pone a trabajar y, cuando Nana comprueba si ha hecho un buen trabajo, decide recompensarlo de la forma más traviesa posible. ¡Jay apenas puede creer que se folle a su ardiente abuela por ser un chico tan bueno!